Física cuántica y materia viva

La física moderna nos enseña que lo que hace diferente a la materia de la energía es, exclusivamente su nivel de vibración, es decir, su frecuencia. Si contemplamos la realidad desde el continuo vibracional que vincula a la materia con la energía podríamos asegurar que todo tipo de interacción conocida es vibracional o energética.

Todo lo que nos rodea y nosotros mismos, estamos formados por moléculas y éstas a su vez por átomos. Los átomos poseen un núcleo formado por protones y neutrones de carga energética positiva. Alrededor de este núcleo giran, en órbitas determinadas, los electrones de carga negativa. Dependiendo de la diferencia del potencial energético entre el núcleo y los electrones, habrá una mayor o menor amplitud y velocidad de movimiento de estos últimos. La existencia de un movimiento da lugar a ondas, oscilaciones o vibraciones, las cuales son un medio idóneo para la transmisión de informaciones. Si el mencionado movimiento no presenta una dirección o intensidad constante, obtendremos lo que denominamos frecuencia. La complejidad de la estructura de los seres vivos y los factores electrodinámicos anteriormente nombrados, hace que las ondas emitidas por un organismo varíen constantemente dando lugar a un campo dinámico. Cada organismo posee su propio campo dinámico y una resistencia específica hacia estas alteraciones o influencias electrodinámicas tanto a nivel físico como, al menos en el caso del ser humano, también psíquico. Esto explica el porqué unas personas presentan mayor “inmunidad” que otras.

Los seres vivos están compuestos de elementos químicos en forma de millones de células, las cuales se agrupan para crear los distintos tejidos y fluidos. Esos elementos químicos son atómicos en estructura y diseño; millones de átomos son necesarios para constituir una sola célula. El núcleo celular es el asiento de una intrincada estructura de fuerzas electromagnéticas, y el fenómeno que conocemos como impulso vital es la reacción de los átomos de las células a la radiación cósmica electromagnética y sobre todo a la del Sol, que recibimos en forma luz, calor y electromagnetismo. De esta manera, desde la más pequeña y simple célula hasta el más complejo órgano de nuestro cuerpo absorben y emiten luz electromagnética a su particular longitud de onda y frecuencia, es decir, con una determinada vibración. La vida en nuestro cuerpo es, de hecho, un constante entrar y salir de corrientes electromagnéticas constituidas por luz, calor y energía vital creadora.

Una amplificación gigantesca de una radiografía del diseño atómico del cuerpo humano, parecería a quien la observase un universo de pequeños puntos o centros de luz esparcidos por el espacio en formación regular. Estos centros de radiación de luz viviente y de color son las unidades reales que constituyen nuestra forma física; son los verdaderos elementos básicos de la estructura humana. El cuerpo no es más que la suma total de los centros electromagnéticos que lo componen. Nuestra medida de vida física es, por lo tanto, el periodo durante el cual la estructura atómica no muestra perturbaciones en sus vibraciones.

El hombre irradia de modo constante átomos descargados que configuran un aura que rodea su cuerpo. Su propia estructura depende del agrupamiento de átomos vitalizados en moléculas y de éstas en células y estructuras mayores que configuran sus órganos, músculos, huesos, sangre, linfa, etcétera. A medida que gastamos la energía de estas partes componentes del cuerpo se forman nuevos átomos para reponer los que están gastados o descargados –todo ello en procesos subconscientes regulados de modo automático, como el de la circulación, la respiración, la eliminación, etcétera– y así hasta que ya no podemos absorber más energía; entonces el cuerpo se deteriora y envejece hasta que ocurre la muerte natural. Existe pues, una interesante conexión entre la bioquímica corporal y su sistema de energía bioelectrónica y biomagnética. De hecho se demuestra que nos hallamos ante un solo sistema complejo de energías interrelacionadas. Los órganos y los sistemas no son separables, sino que funcionan como un todo único y maravilloso.