Terapia de sonido

Todos hemos experimentado alguna vez que el sonido ejerce una influencia en nosotros. Cuando escuchamos sonidos de pájaros cantando nos provoca una sensación de alegría, el silbido del viento nos transmite una sensación de frescura, el sonido del mar nos da tranquilidad, una música clásica nos da calma, la música rítmica nos incita a la actividad, un grito nos alerta y nos tensa, un ruido constante nos irrita... Pero cuando hablamos de los efectos terapéuticos del sonido sobre las personas vamos más allá de la evidente, pero no por ello menos importante, reacción emocional a los estímulos sonoros o musicales. Nos referimos a las alteraciones funcionales que se producen de manera inconsciente.
Estas alteraciones en su mayoría están controladas por el sistema nervioso autónomo o sistema vegetativo, que es el encargado de realizar de manera automática aquellos ajustes precisos para mantener nuestro estado de equilibrio con el entorno. En otras palabras, el sistema vegetativo controla las funciones vitales involuntarias de nuestro organismo como son, por ejemplo, la respiración, la circulación sanguínea o la secreción glandular.

Con base en el tronco cerebral, el sistema vegetativo se compone a su vez de dos sistemas, el simpático y el parasimpático. El primero se encarga de activar funciones que intervienen en el estrés y el ejercicio físico; distribuye la energía priorizando las funciones necesarias para la actividad o la emergencia, por ejemplo, aumentando la potencia cardiaca y el volumen de la respiración. El segundo actúa en períodos de reposo regulando las funciones que permiten la recuperación del organismo y la digestión.

Los estímulos acústicos son transformados por la cóclea en señales eléctricas que son conducidas por el nervio auditivo hasta el cerebro, y en ese camino, el nervio auditivo atraviesa el tronco cerebral en el que se sitúan los centros de control de las funciones vegetativas del cuerpo. Esa energía eléctrica que conduce el nervio auditivo puede producir una excitación en sus zonas vecinas, especialmente si por ellas pasan otros nervios. Esta energía que irradia regiones y nervios del tronco cerebral es capaz de alterar, beneficiosamente o perjudicialmente, las funciones vegetativas del individuo. De esta forma, la exposición adecuada a ciertos sonidos producirá beneficiosos efectos cardiovasculares, gastrointestinales, respiratorios, endocrinos, inmunológicos y, por supuesto, cerebrales y nerviosos.

El sonido, en cualquiera de sus formas (voz, música, etc.) es una fuente de energía, un instrumento eficaz para modificar los impulsos y campos electromagnéticos del individuo y el medio ambiente; esto significa que, de haberse producido un desequilibrio en los parámetros electromagnéticos normales del organismo, la aplicación del sonido correcto, permitirá restaurar la homeostasis, aliviar el dolor y suscitar la curación. Servirá también para modificar la conciencia, por su interacción sobre las ondas cerebrales (alfa, beta, delta y zeta) y su capacidad para modularlas. Facilita la concentración, la relajación, el estudio, la creatividad y aumenta la lucidez entre los estados psico-espirituales. La influencia que tienen estas ondas sonoras sobre nuestro organismo depende de varios factores como la amplitud, la frecuencia y el tiempo al que estamos expuestos a estas ondas.


Volviendo al concepto de que todo es energía, una célula vista en un microscopio, tiene una vibración permanente que emite un sonido imperceptible a nuestros oídos; todo nuestro cuerpo físico vibra con diferentes sonidos generados por los átomos que los configuran y que, a su vez, están en continua vibración radiando diferentes tipos de ondas. El ser humano presenta una rica realidad vibracional que va desde el ritmo de los órganos vitales, hasta las emociones, pasando por la respiración y la actividad mental; cada capa o cuerpo sutil esta integrada en el todo de lo que realmente somos. La vibración del sonido aplicado a restablecer el equilibrio del cuerpo humano, cobra así un interés especial. Esto nos lleva a uno de los efectos del sonido que más me interesa destacar, la resonancia en el organismo, pues es la base fundamental de la terapia vibracional sonora.

Dos energías de diferente rango vibrando en proximidad no pueden mantenerse en diferencia de ondas por mucho tiempo, siempre la más poderosa cambiará la vibración de la mas débil hasta quedar igualadas. Este axioma científico es el principio de resonancia, concepto clave de la medicina cuántica. La resonancia se produce cuando las vibraciones de un objeto alcanzan a otro haciéndole vibrar a su vez. Si los dos objetos tienen frecuencias similares, al hacer vibrar uno el otro lo hará también. Este efecto es fácil de comprobar con dos diapasones afinados en el mismo tono: al hacer sonar suavemente uno de ellos, el otro sonará también por resonancia simpática.
Basándose en este hecho, la ciencia del sonido o cimática ha probado fehacientemente que cualquier sonido cercano al ser humano originará un cambio físico en el interior del organismo y sus campos electromagnéticos.En definitiva, la terapia sonora es una técnica de armonización natural que actúa sobre la persona en todos sus aspectos: físico, emocional, mental y espiritual. Actúa como fuente de energía para todo el cuerpo; afloja y libera tensiones musculares; expande e intensifica el cuerpo áurico, que actúa como defensa energética; aumenta en general las defensas del organismo; y brinda paz interior y bienestar. También trabaja sobre el equilibrio entre ambos hemisferios cerebrales, resultando ideal para personas muy racionales o con estrés mental; y es un gran apoyo para la meditación ya que estimulan la actividad de ondas cerebrales de tipo alfa y beta. Además produce una profunda limpieza a nivel celular liberando memorias que, habiendo quedado impresas en nuestras células, nos inducen a repetir desactualizados patrones de comportamiento y hábitos nocivos que pueden ser reemplazados por otros saludables.

Ver también


Sonoterapia y Terapias alternativas en Ourense:

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